Boicot a Cataluña
Cuando el odio se convierte en estupidez
Dice San Mateo en su Evangelio 7:12 “Todos los que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.” O lo que es igual, no hagas a otros aquello que no deseas que te hagan a ti. También en su versículo 7:22 dice: “Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.”
El nuestro Código Penal, después de su última reforma, define perfectamente en su Artículo 510, las penas de prisión y multas a las que tendrán que hacer frente, entre otros actores, “Quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad.”
Por tanto, ojo con aquellos “listos” que públicamente están promoviendo en redes sociales u otras plataformas, el boicot a productos “supuestamente” catalanes, por el simple hecho de que la sede social de la empresa, esté circunscrita a esta comunidad autónoma española.
Una vez tratado el odio, nunca bueno para nada, hablaremos de la estupidez humana mostrada con tal actitud de bloqueo al consumo y contratación de productos y servicios catalanes.
Partimos, como no puede ser de otra forma, sabiendo que vivimos en una economía completamente globalizada. Personalmente, conozco a un pequeño empresario que vende sus cursos online en Centro y Sudamérica. Gracias a Internet, el mercado ya no es local y, desde cualquier punto del planeta, podemos adquirir o contratar a cientos o miles de kilómetros de distancia. De igual forma, un fabricante local, puede adquirir productos, incluso frescos, de productores residentes a cientos o miles de kilómetros de distancia. Por ejemplo, el 75% del tomate que cualquier español adquiere para cocinar su pizza o ensalada caprese (italianas) en casa, están sembrados en Extremadura. Y no solo debemos hablar de fabricación, también están los intermediarios, transportistas, delegaciones, centros logísticos… situados fuera de la localidad, provincia o región de procedencia de la empresa.
Y es que me sentí terriblemente asqueado a la par que asombrado de los términos y argumentos que hace unos días me planteaba un energúmeno que, utilizando en su perfil una fotografía junto a la figura de un gran luchador, ejemplo de superación y solidaridad, como fue y es Pablo Ráez, lanzaba soflamas contra las empresas cuyas sedes sociales estaban localizadas en Cataluña. Su perfil no deja de mostrar mensajes de odio contra los catalanes, el FC Barcelona o Podemos, comentarios machistas sobre el aspecto físico de algunas mujeres y críticas a presentadores de televisión homosexuales. Todo mezclando unos buenos días, nuevamente con la imagen de Pablo Ráez. La de este tipo de gente, un ejemplo de personalidad a analizar por un buen psicólogo o psiquiatra. El modélico ultraderechista de toda la vida infiltrado en el Partido Popular, Ciudadanos o el mismo BOX. Evidentemente, ni una sola mención a la corrupción de los partidos políticos, los abusos bancarios, las empresas con dinero en paraísos fiscales, la defensa de los inmigrantes, los desahuciados, las mafias… Todo esto parece no existir o no interesar a este señor y los que le ríen la gracia. Tampoco un argumento propio, un comentario más allá del dictado de los grupos de presión que difunden, interesadamente, este tipo de mensajes para que mentes débiles, maleables y llenas de ira, sirvan de altavoz a tanto odio.
Mostraba los logotipos y la supuesta numeración de sus códigos de barras, con la pretensión de que todos fuésemos al supermercado con esa lista, revisando uno por uno los productos que no debíamos comprar, buscando alternativos, cuyas empresas estuvieran localizadas en otras comunidades autónomas. No habías más datos, detalles, instrucciones o razonamiento: “Estas son las marcas del independentismo”, decía. Como si las marcas pudieran tener ideología, religión o sexo.
Pero ¿qué ocurre cuando este tipo de campañas tienen cierto éxito? Según mi energúmeno ejemplo, las consecuencias deben ser tenidas en cuenta como “daños colaterales”. Podríamos decir entonces que esos daños colaterales pueden ser los siguientes:
El chico que por fin ha conseguido su primer trabajo en la fábrica de Donuts en Sevilla, el mozo de almacén que trabaja en San Pedro Alcántara y llena las furgonetas de reparto que llevan esas mismas berlinas que se dirigen a las tiendas donde son vendidas, el conductor de una de esas furgonetas que vive en nuestro pueblo, la gasolinera local donde repostan, las cajeras de esas gasolineras, la cajera del supermercado donde son vendidos… Por poner algunos ejemplos de esa marca. Todos o alguno de ellos podrían quedarse en paro por culpa del odio hacia una región en la que no todos son independentistas. Ni siquiera una mayoría, según los datos sociológicos.
Lo mismo puede ocurrir en la cadena de fábrica y distribución de un sinfín de productos. ¿Quién tiene un empleo alternativo para los trabajadores de cervezas Victoria? Resulta que la marca malagueña es propiedad de un grupo catalán. Grupo que, por cierto, recientemente ha abierto una nueva fábrica a la capital de nuestra provincia, creando así nuevos y tan necesarios puestos de trabajo en Málaga.
Como pudo demostrar la cadena alemana de supermercados Edeka, el aspecto que tendrían sus anaqueles y vitrinas refrigeradas sería el siguiente:
En las zonas de ensaladas, quesos, encurtidos, panadería, vinos, etc., los estantes prácticamente vacíos, mostraban un cartel en el que se podía leer: "Nuestra selección hoy sabe lo que son las fronteras". Demostraron así lo que ocurre cuando hacemos caso al racismo, la xenofobia, el odio y otros tantos pecados e ilegalidades a las que algunos irracionales hacen caso sin más, como si de borregos se tratara.
Porque este tipo de odio, se vuelve siempre contra el que los genera y difunde.
Curiosamente, mi energúmeno ejemplo, parece ser que trabaja o es propietario de una empresa de aluminios que se encuentra en el Polígono Industrial de Marbella. Entre sus proveedores se encuentran marcas como Technal, propiedad de Sapa Building Systems España S.L. U., empresa con sede en Camí de Ca n'Ametller, 18, Sant Cugat de Vallès (Barcelona). También la marca Q-railing, propiedad de Q-railing Holding Europe GmbH, empresa afincada en C/ Isaac Rabin 9, Polígono Industrial Montfullà, de Bescanó (Girona). Incluso estuvieron presentes en la convención ibérica anual Technal España-Portugal, que se celebró este mismo año en las ciudades de Barcelona y Gerona. Así que empuja a los demás a buscar otros productos que no estén relacionados con Cataluña, pero él mismo no da ejemplo, a la vista de las pruebas que en su misma página web hemos encontrado.
Resulta que estos supuestos defensores de nuestra patria, no son más que unos hipócritas fariseos de medio pelo. ¿A este tipo de gentuza tenemos que seguir como ejemplos? Lástima que las redes sociales no dispongan de una política más clara y contundente respecto de este tipo de delitos de odio. Esperemos que los juzgaos no lleguen cuando sea demasiado tarde.
Solo deseo que los clientes catalanes, seguidores del FC Barcelona, mujeres, homosexuales u otros aludidos por mi energúmeno ejemplo, no decidan cambiar de carpintería del aluminio. Todo ese odio se podría volver contra él y su familia en forma de importantes pérdidas económicas y la consiguiente ruina. Justo lo que él desea para catalanes, independentistas o no. ¡Ah! y para lo que él llama "daños colaterales".