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Hoy es uno de esos días

Y a pesar de ello, no es uno cualquiera

Hoy es uno de esos días

Hoy es uno de esos días en los que un gran amigo te regala una de las enseñanzas más importantes de la vida. Un amigo que ha luchado, que ha disfrutado, que ha llorado contigo, que ha amado, que jamás ha tenido un “no” en su vocabulario cuando alguien le ha pedido un favor. Su respuesta siempre ha sido un sí y una sonrisa, cuando no, una gran carcajada.

Honesto, sincero (en palabras y en gestos), amigo de sus amigos y hasta de quien no lo era y se aprovechaba de ello. Eso sí, nunca un “bien queda”, porque la sinceridad es lo que tiene, te crea tantos amigos como enemigos. Quizás más de los segundos. Pero bueno, para eso son segundos.

Pero no eran estas virtudes las que nos ha enseñado hoy, que también, la más importante ha sido dar su vida para que los demás comprendamos lo fugaz y frágil que resulta ser la nuestra. Lo valioso que tenemos entre nuestras manos y que, como arena de playa, se nos va escapando entre los dedos, por muchos esfuerzos que hagamos para retenerla. Y es que, si en vez de arena, fuesen copos o pequeñas pepitas de oro, seguirían escapando sin remedio. La virtud está en la sencillez. En disfrutar de las pequeñas cosas, de lo que uno tiene y, fundamentalmente, de la familia y de esos pocos amigos que sabes, nunca te van a fallar. Ni siguiera si en alguna ocasión os habéis distanciado por cualquier motivo terrenal.

Nada podrá separarnos. Ni la muerte tiene ese poder. Porque siempre estaremos en la memoria de nuestros corazones. En lo vivido, en lo compartido, en lo llorado y en lo reído. En tantos y tantos ratos de felicidad, incluso en los momentos más bajos del día a día.

Me quedé con las ganas de cantarle por penúltima vez, aquella maña cancioncilla que, evidentemente, por soez, no voy a reproducir. Se quedaba entre él y yo, a la par que todos los amigos con quienes disfrutábamos, de jovencitos, con unas noches de diversión por cualquier rincón de la costa.

Ese será mi recuerdo, abrazados, caminando una noche cualquiera de verano, a la luz de las farolas y de los portales de algún casco antiguo cercano. Cantando y riendo como si no hubiese un mañana. Aunque sé perfectamente, que mañana seguiré levantándome y teniendo muy presente tu persona y tu sonrisa.

Descansa amigo, porque te lo has merecido. Da todas las vueltas en coche que quieras. Coge la moto de tus sueños y ponla al máximo de revoluciones. Espérame, aunque no sepa exactamente cuándo llegaré, para cantarte esa musiquilla, seguir riendo y volver a empezar. Bebe de mi cuenta, que la próxima ronda, la pago yo.

Dedicado a mi amigo Juan Carlos Martín Moreno. Vivirá plenamente por siempre.

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